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Catarsis es un escaparate más, aunque tiene la peculiaridad de alzarse opuesto a los esquemas de los paradigmas educativos, intransigentes en cuanto a la popularidad de esa emoción marginada llamada tristeza. Esta suele encontrarse circunscrita a la soledad, libre por fin de miradas de compasión y cuestiones avasalladoras. Y la pregunta desconcertante que se me ocurre cuando observo la escena objetivamente es, ¿Por qué a escondidas? Si tiro opuestamente de la cuerda de las consecuencias, apuntando causas, voy directa hacia la educación recibida, a nivel familiar y de sociedad, y me topo con expresiones como “no llores que te pones fea” o otras de igual calibre, que me conducen a concluir que hemos creado una concepción del lloro o la tristeza que no es públicamente aceptable, ni buena o digna de ser mostrada con naturalidad. En nuestro ser coexisten distintos tipos de emociones, y la mayoría de ellas afloran el la vida mas intima del individuo porque no se les ha otorgado una valoración positiva...bajar para volver a subir...necesitamos de cada una de ellas para poder equilibrarnos, la represión solo nos conlleva a la inestabilidad emocional y eso puede traer consecuencias peores. Todo ello me guía hacia la respuesta a mi pregunta, y reflexiono que siempre buscamos comodidad en nuestra existencia, y que no solemos encontrarla cuando liberamos tristeza en público, así que nos arropamos en nosotros mismos, en el vacío, donde nadie juzga ni cuestiona. Esta suele ser la escena en el que habita el llanto liberador, e incluso si intentamos visualizarla, aparecen colores oscuros, sombríos…todo ello proviene del inconsciente colectivo, elaborado y trazado desde hace tanto.

Esta escena queda muy alejada de la imagen que uno quiere proyectar de si mismo. En la era de las redes sociales y la comunicación telemática, donde la fachada define mas que el alma y la discreción, los selfies inundan las redes en una aparente cursa de méritos, frutos de una elevada autoestima, de un trabajo emocional para potenciarla o en los peores casos de una gran falta de ella. En cualquier caso acontecen reflejos de la mejor faceta, ideales de como se desea ser mostrado, o simplemente tapaderas de cosas mucho peores.

Catarsis rescata a esta emoción de las cavernas para llevarla a nuestro escaparate preferido, el que diseñamos a diario a través de selfies. Invita a una reflexión sobre su aceptación pública y sobre en que plano dejamos a una emoción tan natural, necesaria y maravillosa como esta.

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Catharsis is another showcase, although it has the peculiarity of standing up against the schemas of educational paradigms, intransigent in terms of the popularity of that marginalized emotion called sadness. This is usually confined to solitude, free at last from looks of compassion and overwhelming questions. And the puzzling question that occurs to me when I look at the scene objectively is, why sneak? If I throw opposingly the rope of consequences, pointing causes, I go directly to the education received, at family and society level, and I run into expressions like "do not cry that you put on fex" or others of the same caliber, that lead me to conclude that we have created a conception of weeping or sadness that is not publicly acceptable, nor good or worthy of being shown naturally. In our being different types of emotions coexist, and most of them emerge the most intimate life of the individual because they have not been given a positive assessment ... go down to go back up ... we need each of them to be able to balance, repression only leads to emotional instability and that can bring worse consequences. All this leads me to the answer to my question, and I reflect that we always look for comfort in our existence, and that we do not usually find it when we release sadness in public, so we wrap ourselves in a vacuum, where nobody judges or questions. This is usually the scene where the liberating cry lives, and even if we try to visualize it, dark, dark colors appear ... all this comes from the collective unconscious, elaborated and drawn up so long ago.

This scene is very far from the image that one wants to project from oneself. In the era of social networks and telematic communication, where the facade defines more than the soul and discretion, the selfies flood the networks in an apparent course of merit, fruits of high self-esteem, an emotional work to enhance it or in the worst cases of a great lack of it. In any case, there are reflections of the best facet, ideals of how you want to be shown, or simply covers of much worse things.

Catharsis rescues this emotion from the caverns to take it to our favorite showcase, which we design daily through selfies. It invites a reflection on its public acceptance and on what plane we leave to an emotion as natural, necessary and wonderful as this one.

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